miércoles, 19 de octubre de 2011

Campea la esperanza en tierra Comunitaria

“No esperamos dinero… al cabo de un año regresamos a nuestros pueblos”


18/10/11

Kau sirenio
Ocho hombres vestidos de casaca verde olivo y pantalón negro, y armado con escopetas, están apostados en la carretera que va desde San Luis Acatlán hasta Tlapa, allá en la Montaña, su ocupación consiste en resguardar la zona para evitar asaltos. El que ahí transita lo hace con seguridad, tiene confianza de su territorio. Todos se conocen, no hay forma de escapar después de cometer un ilícito. Aquél que se muestre sospechoso es detenido de inmediato y puesto a disposición de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitaria.
Éste es un lugar donde hay tranquilidad, así lo dicen los lugareños de acá: no hay asalto, robo, o ejecuciones. Acapulco está a 183 kilómetros.

                                     ***
La mirada está fija alrededor de Paraje Montero, Malinaltepec, a leguas se descubre una belleza fenomenal. A ambos lados desde que inicia  la carretera se extiende palmeras. En la costa conforme va subiendo a La Montaña empieza otro tipo de vegetación, como platanares. El camino sigue como espiral hasta llegar a la cúspide del cerro. Hasta allí llega el aroma de hojas y resina de ocote… A ambos lados las flores decoran el camino que cruzan y en la cúspide del cerro más alto se alcanza ver  el sur.  Muy lejos, se ve la costa del pacifico.
Los ocho policías comunitarios son adultos. El mayor de todos tiene unos 50 años. Su semblante muestra su trabajo: toma muy en serio su función de vigilante en el crucero de Paraje Montero, donde llegaron indígenas del país para conmemorar el 16 aniversario de la fundación de seguridad Comunitaria. Gorra negra con un escudo, su escopeta, y su uniforme descolorido por el uso constante, tiene aspecto de un defensa rural durante los años cincuentas en la costa chica de Guerrero. Quiere saber hacía donde nos dirigimos. –Vamos a Paraje Montero, –se les indica y luego se les consulta–: ¿está muy lejos?
– ¿De donde son? –interrogan ahora ellos.
–Venimos de Chilpancingo.
Tras un rato de hablar entre ellos, (se oye que conversan en su lengua materna Me’phaa), dicen:  “Ah Chilpancingo; no hay inconveniente entonces.  Avancen por favor”.
Paraje Montero está cubierto de neblina, y lodo, parece que unas horas antes llovió en la comunidad. El frio cala fuerte, pero los niños y jóvenes bailan al son grupero de la costa, mientras en el corredor de la comisaría la banda de viento toca y toca, en la cocina las mujeres atentas preparan un café para visitantes que llegaron durante el viernes 14 de octubre. Los reporteros lo hicieron a las 11:00 de la noche.
Cerca, en el portal del auditorio de usos múltiples, un anciano me’phaa, observa atento. Su mirada es destellante y fija hacía donde andan los comunitarios; mueve las manos, gesticula palabras. Los surcos de la frente muestra cómo la vida en la montaña ah sido de lucha, desde el labrar la tierra, de participar en asamblea comunitaria. Se llama Claudio Carrasco y es coordinador regional del Crucero de Espino Blanco, Malinaltepec.
La costa-montaña, es territorio comunitaria, donde viven indígenas ñuu savi, me’phaa, nahua y mestizo. Las poblaciones de esta zona concentra el mayor rezago del país. Aquí no hay médicos; los niños apenas comen una tortilla con sal durante todo el día, las mujeres mueren de posparto, son escasa las escuelas, el 60.7 por ciento del total de analfabetas en La Montaña son mujeres y el 39.3 restantes son hombres. La mayor cantidad de las personas que no saben leer ni escribir son adultos de entre los 40 y los 76 años pues representan 248 mil 374. Los jóvenes de 15 a 39 años no tienen estudios y ocupan el segundo en analfabetismo.
Las estrechas carreteras, abandonadas, llenas de baches, parecen como venas de la montaña, ahí curveándose en las faldas y laderas del boscoso cerro. En cada pueblo que se va pasando, se puede ver hombres caminando con sus bestias, otros más van armados con sus escopetas: son los comunitarios que resguardan el transporte. Todos los días lo hacen, ahora es un hábito para ellos. Desde el 15 de septiembre de 1995, lo hicieron en Cuanacaxtitlán.
Filemón López García era comisario ejidal, un día en su casa contó cómo organizó a su pueblo para hacer frente a la delincuencia “los asaltos en el camino era todos los días, ellos estaban ahí apostados esperando que pasáramos, muchas mujeres fueron violadas; los ganaderos también tuvieron pérdida, había abigeato; también hubo muerto en la carretera”.
El ex comisario ejidal apenas estudió hasta cuarto grado de primaria, pero tienen un lenguaje fluido, habla con total soltura el español a pesar  que su lengua materna es el tu’un savi (mixteco). “Hicimos muchas gestiones. Visitamos a las autoridades militares y policiacas del estado pero nadie nos hizo caso. Recuerdo que diario había muerto en el pueblo, nos dimos cuenta que estábamos secuestrados por la delincuencia,  y el gobierno que no nos hacía caso. Era como estar muerto en vida, porque no podíamos ir a San Luis a comprar. Gracias a que la comunitaria empezó a hacer rondines en la carretera pudimos recobrar nuestra libertad, de ahí surgió la asamblea en Santa Cruz del Rincón el 15 de octubre, donde nació la Coordinadora de Autoridades Comunitarias e Indígenas”.
                        
                                                                    ***
El territorio comunitario se extiende en 10 municipios y un poco más de 70 comunidades. Casi 700 policías, quienes recorren caminos, y resguardan fiestas patronales, siempre andan armados con escopetas, unos llevan puestos sus botas, otros más, sólo usan huarache de correa. Su vestimenta no siempre es uniforme, porque tienen una muda y cuando lo lavan usan ropa casual, su salario es el reconocimiento de la población.
Los comunitarios dicen que son nombrados en asamblea comunitaria, que ahí se escoge al mejor hombre, para que preste su servicio. Además el pueblo los encomienda a ser vigilante, que cuiden al pueblo, que no haya robo, muerto, violación, porque ellos ya conocen  a sus vecinos, por eso se les pide que sean honesto en su actuar.
“Nos dicen que hagamos bien las cosas, no hagamos daño, porque somos del pueblo y que al año tendremos que regresar otra vez a casa; que no esperemos dinero, para soltar a los detenidos, porque de eso el pueblo ha sufrido mucho, primero de los delincuentes, luego de los policías” dice un policía que prefiere no dar su nombre.
En 16 años la comunitaria ha tenido bajas. En este tiempo, han sido asesinados cuatro indígenas, en cumplimiento de su deber: Caritino Galeana, de la comunidad de Tilapa, Malinaltepec; Odilón Plutarco, de la comunidad de Cuanacaxtitlán, San Luis Acatlán; Jacinto Alvarado Fernández, de Zoyatlán, Marquelia; y Filogonio Díaz Espinal, de la comunidad de Horcasitas, San Luis Acatlán.
Pero aun así, siguen trabajando sin un salario. Aceptan la encomienda, cuando son electos en la asamblea, porque dicen que es un honor cuidar a sus pueblos, porque todos se conocen, todos conviven a diario, saben quién es el muchacho “que anda en malos pasos”, o quién es el que hace escándalo en el pueblo cuando se emborracha.  
A 183 kilómetros de Acapulco está la comunitaria. Es la región conocida como costa-montaña. Aquí se respira confianza y seguridad. No hay muertos, ni decapitados. Tampoco hay cárceles de máxima seguridad. Las celdas de mayor seguridad apenas tienen puerta de barrotes. Sus reos todos son conocidos, porque en pueblo chico hay esperanza de vida.