sábado, 25 de febrero de 2012

Lo menos, es que las demandas de Ayotzinapa son justas

“¿Secuestrados?”, preguntan los choferes de autobuses retenidos

Kau Sirenio

Es lunes por la mañana. El operador del autobús Estrella Blanca circula sobre la carretera Iguala-Chilpancingo. Por manejar un kilómetro le paga 67 centavos más 4 por ciento de comisión. Su hija estudia en una escuela particular, la mensualidad es de mil 400 pesos. Él como muchos otros trabajadores tienen la consigna de sus empresas de autobuses de atender el llamado de los estudiantes cuando hay movimiento estudiantil, como el de los normalistas de Ayotzinapa.

Otro operador de la ruta Morelia- ciudad de México, quien lleva 20 días con los normalistas, lo confirma. Él habla de la lucha estudiantil como si fuera propia. Conoce muy bien este movimiento porque dice que en su natal Michoacán, los estudiantes recurren a la misma presión para ser escuchados. Jorge Gabriel, es un hombre de estatura mediana, ojos cafés, y piel bronceada. Tiene la ruta Acapulco- Chilpancingo, Iguala-Taxco, Cuernavaca- ciudad de México. Conoce muy bien el estado de Guerrero, desde La Montaña hasta las dos costas. Su vida ha sido siempre en el volante.

Cada año los normalistas realizan distintas actividades con el fin de que se cumpla su pliego petitorio. La gerencia de las empresas de autotransporte, diseñan una estrategia con los conductores de los autobuses, con el fin de que las unidades no sufran daños. Ahí les dicen a los choferes que no pongan resistencia cuando los estudiantes les piden que los lleven.

Una vez que un autobús es llevado a la instalación de la Normal de Ayotzinapa, los estudiantes se ponen en contacto con la gerencia, para informar que la unidad estará en la escuela, y se hacen cargo de los choferes. Les dan la comida que ellos comen, frijoles y arroz, mientras otro grupo asea el automotor para que tenga buena presentación.

Jorge Gabriel dice con mucha seguridad que él no está secuestrado, como lo afirman los medios de comunicación locales.

–Las empresas tienen conocimientos que estoy aquí aunque no me llaman. Ellos me piden que haga todo lo que me pidan los estudiantes, para que no le pase nada a la unidad de transporte. No hay ni secuestro ni robo. Aquí me siento tan libre que dispongo mi tiempo, salvo cuando hay una salida a otra ciudad –dice mientras toma un sorbo de agua.

–¿Estás secuestrado? – se les pregunta.

–No. Estoy bien. Hasta ahora mi familia sabe que estoy aquí, mi esposa me visita todas las veces que puede. Más bien estoy retenido. Decir secuestro es palabra mayor –contesta el operador.

Durante la plática el operador de autobús narra su historia en las carreteras. Cada vez que contesta una pregunta el hombre trata de ser fuerte. Se esconde atrás de la camión que maneja para que su esposa no lo vea cuando les ruedan las lágrimas.

–Esta crisis es ante la falta de atención de las demandas de los estudiantes. Ellos sólo piden un trato digno. Pero el gobierno los reprime, lo denigra ante la sociedad. Me duele mucho ver cómo están satanizando a los chavos, lo digo porque soy padre.

Cuenta de su precario salario, de los kilometrajes que recorre al día o por la noche. Sus accidentes en las carreteras, así como las veces que policía federal de camino lo multaron. Su vida está llena de historias. Historias que se engarzan de una ciudad a otra.

–¿Cómo te tratan los estudiantes? –se le insiste.

–Bien, hay confianza con ellos. Uso los baños que tienen en su dormitorio. Eso sí que el agua está fría. Aquí no hay comodidad como se ha dicho, es la segunda vez que vengo como operador de un autobús retenido. Yo no. Puedo salir cuando yo quiera y entrar cuando quiera mientras cuide que no se dañe o se maltrate.

Jorge Gabriel, trata de explicar el movimiento de los normalistas. También habla de sus hijos del trato con ellos.

–El mayor estudia bachillerato, pago la inscripción, sus útiles escolares, es mucho gasto pero es necesario invertir en él, es mi orgullo. Mi hija menor estudia en una secundaria particular, al mes pago mil 400 pesos. Además de sus útiles escolares, hay que comprar uniforme.

–¿Alcanza tu salario para cubrir estos gastos?

–Apenas salgo tablas, por eso creo e insisto que la defensa de la educación pública es necesaria.

Tal vez las marchas afecten a otros pero ante la cerrazón del gobierno esto es necesario. Si mi hijo estuviera aquí o saliera a la calle a pedir lo que por derecho le corresponde allí estaré. Ahora que estoy en esta normal me doy cuenta de cómo los campesinos, apenas comen una tortilla al día, pero no desisten, porque quieren los mejor para sus hijos, lo mismo que yo quiero para los mío.

Mientras transcurre la plática con Jorge Gabriel, los estudiantes provenientes de otras normales, platican con los operadores de otros autobuses. Juegan con ellos, los llaman tíos, aunque no hay ningún lazo familiar. La confianza entre los choferes y base estudiantil es notoria.

El operador de la ruta Michoacán- Ciudad de México, pide el anonimato.

–Si digo mi nombre o la empresa donde trabajo, ellos van a tomar represalias en mi contra. No quiero que pase eso, porque de ahí mantengo a mi familia.

Cuenta su historia. Explica el monto de su salario. También conoce el movimiento estudiantil. Dice que la empresa de autotransporte sabe de la lucha de los jóvenes.

–Los empresarios están conscientes por eso no levantan cargos. Cuando inicia el periodo escolar, saben que habrá movimiento estudiantil, por eso nos dicen que en caso que los normalista tomaran un autobús, que no se ponga resistencia.

El punto obligado es saber si los operadores coinciden con las personas que dicen que los normalistas secuestran autobuses.

–¿Estas secuestrado?.
–No. Porque secuestro se da cuando privan la libertad a una persona y piden a cambio dinero. Además en el secuestro se vive en cautiverio. Aquí no. Somos tan libres que jugamos futbol con los chavos, nos llevan a conocer las instalaciones de la Normal, de sus terrenos. Nos cuentan de las luchas que han emprendido por la defensa de educación pública.

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