martes, 20 de diciembre de 2011

Acapulco sitiado

Ejército y delincuencia organizada disputan el poder

Kau Sirenio 

“Fue en un cabaret/ donde te encontré bailando / vendiendo tu amor / al mejor postor / soñando...”. Luces de Nueva York apenas se escucha en el bar El Zarape. Una chica morena contonea su cuerpo con un hombre joven. Parece de 25 años. A los lejos, se ve una sola persona bailando, el baile es tan pegadito, que sólo se distingue una silueta.
Durante los años 70 y 80, Zona Roja fue todo un éxito. Allí, llegaban los albañiles provenientes de la provincia; los indígenas se reunían para curar su desamor y olvidarse un poco de la pobreza de sus pueblos, aunque terminaran sin dinero. El Zarape y el Arcelia, fueron cabarets donde se degustaba las chelas y el baile. Ahora, en esos sitios sólo quedan perros con sarna y uno que otro drogadicto deambula en las calles Aguas Blanca, y Emilio Carranza.
02:00 de la madrugada. Las calles están abandonadas, no hay transeúntes. La Vicente Guerrero, que comunica el zócalo con la calzada Pie de la Cuesta, muestra su abandonada. Los vecinos del barrio La Guinea no salen de su casa después de las 9:00 de la noche. El trayecto es corto: apenas se hace 15 minutos de camino. Hay que subir caminado desde el zócalo, donde está la catedral de la virgen La Soledad.
La catedral luce desolada como nunca. En la víspera del 12 de diciembre, los fieles tampoco llegan. En cuatro horas, sólo se aparecieron 16 contingentes, con todo y banda de viento. Los fieles de las colonias populares ya no hicieron su tradicional recorrido; el miedo los tiene en la zozobra. El último contingente de peregrinos llegó a las 10:00 de la noche. Son trabajadores de la tienda Fábricas de Francia, fueron recibidos por un diácono, con estola en mano los bendijo.
Las calles del otrora concurrido Acapulco están abandonadas. El anunciado operativo Guerrero Seguro, puesto en marcha el pasado 6 de octubre, aún no puede contener la violencia. Hay muertos anónimos. Sólo la familia sabe lo que pasa en su casa. Los medios locales, ahora no resaltan la violencia en sus principales páginas.
En las colonias aledañas sigue habiendo disparos entre bandas que disputan el control. Mientras los militares, la policía federal y las policías preventiva del estado y municipal, hacen rondines durante el día, en las noches su presencia es nula. Las noches son de silencio. No hay ruido que perturbe a los curiosos desvelados que caminan. Son noches negras, desiertas, temerosas.
Acapulco está en guerra. Ningún bando ha mostrado su código de guerra, pero el enfrentamiento es latente. La población civil vive en la zozobra y atemorizada, no sale de noche. Antes, las fiestas se hacían de noche, y todos amanecían en la playa. Ahora, se hace de día o en el peor de los casos se suspenden. En las colonias populares, los servicios de transporte se suspenden desde las 6:00 de la tarde.

Peregrinos

Cuatro hombres llevan a cuestas una imagen de la virgen de Guadalupe, adornada con flores de la temporada. Una bandera nacional forma parte del colorido religioso. Los músicos repiten los canticos guadalupanos, una mujer con voz grave, es la que lleva el rosario y entona las distintas alabanzas. Los peregrinos vienen caminando desde la colonia Costal Azul.
La costera fue el escenario de los pasos lentos de los fieles. Tan lentos los pasos que parecían como de un funeral. ¿El de los muertos que quedaron allí después de cada balacera? Los muertos por daño colateral, víctimas del desempleo, del constante enfrentamiento entre dos bandos: el ejército y los narcos. Pasaron ante la bandera del Parque Papagayo, allí de donde partió la Caravana al Sur que encabezó el poeta morelense Javier Sicilia, el 11 de septiembre, en compañía de Eva Alarcón ahora desparecida. El domingo 11 de septiembre, Eva denunció que en la sierra de Petatlán son hostigados y amenazados, demandó seguridad, sin embargo el crimen organizado se apresuró a secuestrarla.
El Operativo Guerrero Seguro, no está en la costera; tampoco en la periferia. Los guadalupanos caminaron con el temor de ser objeto de un ataque por parte de los sicarios o quedar bajo fuego con el convoy militar.
Y es que la violencia sigue en Acapulco. El miércoles 7 de diciembre, un taxista resultó herido cuando civiles armados dispararon a un sitio de taxis ubicado sobre la avenida Cuauhtémoc, del fraccionamiento Magallanes, a un costado de la central de autobuses Estrella de Oro.
Gerardo Luge Vinalay, de 55 años y de oficio taxista, quedó herido de bala; fue llevado a un hospital público para su atención médica, pero murió. Los disparos, dañaron a dos taxis y los ventanales de la central camionera.
Pese a que las autoridades presumen la baja incidencia de ejecuciones y violencia en este municipio, a poco más de dos meses de la puesta en marcha del operativo Guerrero Seguro, el jueves 8, cerca de las 11:00 horas, hombres armados que viajaban en un vehículo, agredieron con arma de fuego al abogado Víctor Manuel Memije Martínez, de 45 años de edad. Falleció cuando recibía atención médica. La víctima es hermano del coordinador de los Derechos Humanos en la Costa Grande, Adelaido Memije Martínez.
El asesinato ocurrió sobre la avenida Cuauhtémoc, frente a la gasolinera Modelo, en el barrio de La Lima. Sujetos armados hirieron al abogado, quien de inmediato fue trasladado al hospital privado Centro Médico donde falleció.
Crímenes sin nombre, ocultos ante los medios de comunicación locales. Son las penas y el dolor que los peregrinos ven a su pasó. Saben que en ese andar, ya no está con ellos: el marido, la esposa, los hijos, los amigos y los novios. Muertos que años antes caminaron, cargaron la imagen de la Virgen de Guadalupe. Ahora, ya no están ahí, sólo está el dolor que clama justicia.
Después de que entraron los trabajadores de Fábricas de Francia, en la catedral de la Virgen Soledad, llegaron también dos hombres vestidos de bermudas y playeras. En el atrio, en un puesto de imágenes religiosas, compraron dos escapularios, entraron con ellos hasta donde está la pila bautismal. Allí se persignaron y mojaron su escapulario.
–Madre mía, cuida de mí donde me encuentre para que no me pase nada –dijo uno.
–Madrecita, tú sabes que cada año vengo a tu misa. Te ruego que me cuides, que los policías no me persigan. Ayúdame, a dejar la droga y el alcohol. Prometo no robar, ni mentir para no regresar a la cárcel –replicó el segundo.
Así estuvieron ante el altar por 20 minutos; luego se salieron hacía la puerta de lado derecho, por donde está la escalinata del viejo ayuntamiento de Acapulco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario